lunes, 27 de enero de 2014

DESNUDOS EN AUSTRALIA





Cada mes que se va me deja con miles de historias. Me divierto viviendolas, contandolas y escribiendolas.

Pero la realidad es que según lo que me comentan los que me conocen, mi blog solo muestra un cuarto de cada aventura que vivo.

Y así como esta experiencia me propuso un profundo descubrimiento quiero aprovechar para animarme a seguir destapando. Es decir, abrir una puerta un poquito mas íntima.

Una vez un chico me dijo: “Me encantaría invitarte a salir solo para que me llenes de historias”. No se si es bueno o malo. Pero me marcó.

Amo mis dias, amo mi vida, amo estar llena de vida.

Esta semana me pasaron dos cosas que merecen la pena ser relatadas:

Sábado a la noche, termino de trabajar y me llaman mis amigos para ir a una fiesta.
Mis amigos son algo que me cuesta explicar. Digo que me cuesta porque no se por donde empezar. Cada uno de ellos es intenso. Buena persona y con mucho para enseñar. Cada minuto al lado de ellos agradezco haberlos conocido. 

Todos estudian como salvar al medio ambiente, comen poca carne, bailan bajo la lluvia y hacen linda música. No les gusta mucho usar zapatos y se bañan poco.

Cada salida con ellos termina en alguna locura. Nunca dejan de sonreir y se dejan llevar. Y asi es como todos los dias con ellos terminan llenos de magia.

Volviendo a la fiesta y al sábado a la noche, termino de trabajar y voy. Fiesta en típica casa hippie de West End. Poco glamour y mucho amor.

Me sigue sorprendiendo el hecho de que cada vez que entro a un lugar se me acerca la gente y me saluda. Sin saber quien soy de donde vengo ni que busco. Y capaz que es un “Hola” y una sonrisa y seguir caminando. O quizas se convierte en un nuevo amigo.

Que diferente a lo que venia acostumbrada. Me acuerdo ese frío que te corre a veces cuando entras a un lugar donde conoces a poca gente y al primer paso sentis cientos de miradas. 

Entré, salude a todos, baile un rato sola al ritmo de una bandita improvisada que estaba tocando y me fui al fondo a buscar a mis amigos.

Al fin los encontré sentados en rondita en el medio del jardin.

A los minutos de haber llegado pusieron una especie de tela deslizante a lo largo del jardin (que era en barranca), prendieron la maguera y agregaron jabon.

Los primeros valientes fueron hombres. Se sacaron el pantalón, la remera y se tiraron. Las mujeres poco a poco fueron perdiendo la timidez. En una cuestión de segundos, el tobogán de agua se convirtió en la atracción de la fiesta.

Y acá viene la parte de la historia que merece la pena compartir. Lo que me lleve de ese día.

La ropa empezó a convertirse en un obstáculo. Y sin dudarlo la gente empezó a sacársela. Por completo. Volaron remeras, pantalones, medias, calzones, corpiños y bombachas.
Sin importar el tamaño, el color, las marcas, los pozos, los pelos. Nada.

Vi tantos pitos y cachuchas paseándose delante mio como si la ropa nunca hubiera existido.

Pero la mejor parte es que a nadie se le escapo ninguna risa nerviosa ni ningun comentario acerca de “que estaban todos en bolas”.

Fue natural, fue liberador y fue divertido.

Y para mi fue un antes y un después. Fue un reflexionar acerca de que es realmente el cuerpo. Como a veces se convierte en esa carcel que nos hace prisioneros de por vida. Creo que gran parte de la felicidad pasa por dejar de condenarnos a la superficialidad y algun día entender que no nos lleva a ningun lado.

Amarnos, tocarnos, compartirnos, mostrarnos. Asi como somos. Porque asi es como tendríamos que querer ser: como nosotros queremos.

La historia numero dos de esta semana fue épica. 

Quizás que en algún mundo paralelo me llamaron para actuar en esta película y hoy de vuelta a la realidad me lo acuerdo como un sueño. Se me confunden a veces las imágenes y creo haberlo vivido dormida, pero no, afortunadamente, paso.

Cuando una latina piensa en un australiano se le viene a la cabeza el rubio bronceado surfer.

A mi también me pasaba, pero al vivir acá obviamente conocí gran variedad de hombres hermosos de todo tipo y color....como en todos lados. Igualmente, confieso que la fantasía del rubio de reflejos de mar siempre estuvo latente.

Y pude cumplirla cuando lo conocí a él.

Hace meses, en una fiesta, por el amigo del amigo del primo del amigo.

No solo que es un bombon sino que tiene una energía y una intensidad que me hacen no poder sacarle los ojos de encima.

En un mes se va de intercambio a Peru. Queriendo perfeccionar su español empezamos a vernos cada vez mas.

Una noche, me lo encuentro sorpresivamente en un bar. Con un par de cervezas de mas, nos saludamos muy efusivos con un gran abrazo.

Empezamos a tener buenas charlas, practicar su español y una cosa llevo a otra.

Terminamos yendo de bar en bar, viviendo un poco la locura de West End, comiendo pizza debajo de un árbol.

Se hizo tarde cuando me di cuenta que no veía a mis amigas hace mas de dos horas. Una de ellas dormía en casa así que de alguna manera tenía cierta responsabilidad acerca de su paradero.

Con mi candidato las cosas estaban tensas, sin besarnos aun pero con muchas ganas de que la noche no se terminara ahí.

Le pregunte si me acompañaba a buscar a mi amiga que seguramente estaría esperándome en la puerta de casa.

Encaramos la caminata a casa cuando recibo un mensaje de mi amiga diciéndome que estaba sana y salva quien sabe en donde.

Mi amiga ya no importaba.

Es ahí cuando me pregunta: Do you wana go for a swim?

Contesto: Claro que si.

El mar esta a una hora de donde vivo y aunque el río queda a seis cuadras, esta plagado de “tiburones de rio” y bañarte en el queda bajo tus propios riesgos.

Sin preguntar mucho  y rogando que no me lleve a ser devorada por los tiburones, lo seguí.

Llegamos un colegio público imponente.

Te animas? Me dice.

Y salta la cerca.

Lo sigo.

Cual rebeldes.

Caemos en una pileta espectacular. Inmensa e iluminada por la luna.

Se saca la ropa y se mete.

Me quedo dura.

No se que hacer. Me cuesta quedarme en bolas. Pero me acuerdo de la fiesta del otro día. 

Me acuerdo de la libertad. De olvidarnos del cuerpo. De liberarse. De vivir. De que no me importe nada.

Me desnudo. Me meto.

Mi noche terminó nadando desnudos durante dos horas con la luna de testigo. Si, cursi lo de la luna. Pero que me importa. Ya no importa nada.

GRACIAS VIDA!

Todos en bolas, somos mas felices.