sábado, 16 de noviembre de 2013

BYE BYE WEST END


Y así como en un pestañar de ojos se pasaron nuestros tres meses y monedas en Brisbane. Pensar que del itinerario que habíamos planeado, Brisbane, era el lugar al que menos fichas le poníamos solo por el hecho de haber recibido comentarios como “ Its to calm” “ Nothing happens”. Manzana. A nosotras Brisbane nos enamoró. Es la perfecta combinación entre ciudad y pueblo. El olor a ciudad se deja de sentir con solo caminar una cuadra y encontrarte con un parque con vista al río y olor a verde.

Ni hablar de la magia de West End. Antes de decidir donde alquilar una casa, nos llevaron de paseo por todos los barrios. No nos quedo ninguna duda de que West End era nuestro lugar. Tiene de todo y variado, pero bajo una misma energía. Energía del relaje la podemos nombrar. Estan desde los edificios “lujosos” con vista al río, hasta las casas hippies perdidas entre calles plagadas de árboles y flores. Su calle principal esta adornada con bares y restaurants de todas partes del mundo, cada uno con su propio estilo. Los homeless son moneda corriente, pero no son los típicos homeless newyorkinos sino que son hippies que perdieron la cordura y que cuando les pasas por al lado solo te tiran alguna frase alentadora como “viva el amor” “que linda sonrisa” y demás. Entre los homeless también se mezclan los famosos aborígenes, personajes con más años que nadie  en el barrio. Dueños de las calles. A esto sumenosle los hipsters que defilan los últimos looks intentando combinar lo menos posible. Y también esta el turista. O los jóvenes con ganas de vida. En fin. Ir de paseo a West End es una aventura. Por lo tanto, vivir en el es lo que mi amigo uruguayo diria “un viaje”.

Fueron tres meses que nos paso de todo. Conseguimos una casa increíble. Una ubicación perfecta. Un baño soñado. Roomates para el recuerdo. También conseguimos trabajo a la primer semana de llegadas y de a poco empezamos a formar vínculos con vecinos y compañeros de vida. Asi fuimos formando nuestro pequeño circulo.

Lexie, mejor amiga australiana. Una mujer llena de amor con un corazón gigantesco. Ella y su grupo de amigas nos llevaron a recorrer las noches más divertidas de Brisbane. Con esto también tuvimos suerte. No es lo mismo salir con argentinos en tierra australiana que salir con australianas en su terreno. Fuimos locales. Unas mas.

Otro elemento que condimento la estadía en West End fue un pequeño-gran grupo de amigos que formamos con unos peruanos que conocimos por una amiga en común. Grandes personas. Ellos y sus amigos de la facultad, todos con diferentes nacionalidades. Australia, México, Brasil. Todos estudian algo con “environment” entonces cada encuentro tenia ese sabor a hippie amante del medioambiente y preocupado por protegerlo. Personas profundas, lejos de la superficialidad, siempre con buenas sonrisas e historias divertidas. Simples, felices, inspiradores.

También quedan atrás amores, o amor. O historia de amor. El famoso amor de verano sin ser verano. El famoso vivir con intensidad ya que el tiempo corre y el viaje sigue. Lo que mas rescato de esta experiencia es desarrollar otros medios de comunicación además de las palabras, ya que a pesar de hablar y entender ingles muy bien, nunca se puede ser uno mismo en otro idioma. Es una especie de barrera. Y  es acá donde entran en juego los sentidos, las miradas, los abrazos. Aprendí que en ese idioma nunca dejo de ser quien realmente soy. Como digo siempre, es una cuestión de energías. Y si esas energías se complementan, no hacen falta muchas palabras. Sobretodo si amaneces en una campervan con un rayito de luz que cruza de un lado al otro tornando el "buenos dias" dorado.

Cada vez que salimos de esta casa, ya sea para ir al supermercado o para encarar una noche de sábado, algo nos pasa. El solo caminar las 5 cuadras del centro de West End te hace cruzarte con historias de esas para guardar en la mochila. No hubo una sola vez que hayamos vuelto a casa sin algo para recordar.

Uno de nuestros preferidos es “Irish”. Hombre mayor con cabellera metalera, campera de cuero, guitarra en mano y el mejor de los humores. Irish, como muchos en Australia, generalmente tiene varias cervezas de mas; pero eso nunca lo hizo perder su dulzura. Lo llegamos a conocer bien una noche donde volviendo a casa nos paro para dedicarnos unas palabras. Palabras acerca de la vida y como vivirla. Fue loco porque él penso que eramos una pareja de lesbianas. No lo desmentimos porque sus palabras eran alentadoras mas allá de cualquier tipo de sexualidad. Básicamente nos hizo reflexionar sobre el amor y el no perder la esperanza acerca del mismo. Borracho fiel al amor. Y a su guitarra. El estaba enamorado de su guitarra y para el esa era su forma de amar. Eso fue lo que aprendimos, a no dejar de creer en lo que amamos, tenga la forma que tenga.
Historias como estas hay miles.

A veces siento que todo lo que escribo  suena a “color de rosas”. Pero la verdad es que es así. No pasaron muchas cosas malas, raras quizás, pero nada para amargarse. Siempre nos tomamos todo con actitud positiva y lo convertimos en algo que valga la pena. Desde el saber llevar el día a día en otro país, hasta manejar el hecho de compartir cama hace 90 días.

Entonces: Boundary street, el market de los sabados, el gustito de domingo, los festivales, las caminatas por el río, las idas a la City, las amigas, los amigos, las travesuras de los roomates, los desayunos con sobremesa, el helado volviendo a casa, los personajes de todos los días, el arte, la libertad, la buena onda, el anti estress y la felicidad del ambiente hacen un buen resumen de estos increíbles tres meses.

Ahora se vienen otras cosas. Una van, nuevos destinos, nueva gente, nueva playa. Volver a empezar. Y como nos gusta aprender  vivir con incertidumbre…